El ascensor

En el hotel me dieron la llave de la habitación 602. Cogí mi maleta y llamé al ascensor.

Era un espacio suficiente para tres personas y tres maletas de tamaño mediano. El suelo era de moqueta granate y tenía un espejo justo enfrente de las puertas  ofreciendo ilusión de amplitud. La botonera era de aluminio brillante, debía ser bastante nueva. Arriba, un anuncio de  La hora feliz y otro de Prohibido fumar en letras verdes.

Entré sola y pulsé el número seis. Pasó el sexto piso sin parar y llegué al séptimo. Allí se abrieron las puertas y entró un hombre con gorra y chubasquero mientras la señora de la limpieza, al escuchar mi comentario de que yo quería haber parado en el sexto, entró un momento, pasó una tarjeta por el visor y marcó el seis regresando rápidamente a sus tareas antes de que la puerta se cerrase. Así descubrí que en este hotel, hay que poner la tarjeta de la habitación ante el lector y luego, marcar el número de la planta.

Me bajé enseguida satisfecha con el descubrimiento.

Dejé la maleta en la 602 y regresé al ascensor decidida a dar un paseo. Entré con un matrimonio mayor. Ella llevaba un chihuahua en el brazo. Le pregunté

— ¿Dejan alojarse con perros en este hotel? Si lo hubiera sabido…

— Oh, no crea, me interrumpió. —Solo perros pequeños, de menos de cuatro kilos. Para nosotros es estupendo, porque está muy bien situado  en el centro y así podemos viajar con el. Siempre utilizamos esta cadena de hoteles.

— Vaya, me alegro. Yo no podría traer al mío. Ya supera los ocho kilos, les sonreí. Que disfruten la ciudad. Nos despedimos al llegar a la planta baja, lanzando una última mirada a los ojos saltones de la pequeña mascota.

Después del paseo y la comida en el restaurante, regresé a descansar un rato hasta la hora del encuentro con mis colegas.

Esta vez utilicé correctamente mi tarjeta y cuando se iban a cerrar las puertas entró una joven rubia, de pelo ondulado y grandes pestañas,  creo que postizas. Llevaba unas uñas pintadas en rosa, que rozaban la perfección, supongo que también postizas y unos vaqueros ajustados con una camisa blanca de algodón. No pude fijarme en los pies. Ni siquiera noté si llevaba perfume. Puede que no. Las uñas me tenían atrapada. Estuve a punto de decirle que eran las uñas más perfectas que había visto en mi vida, pero llegué al sexto piso, se abrieron las puertas y salí con un hasta luego un poco fuera de lugar, pensando cuánto tiempo tuvo que emplear para lograr esa maravilla.

Al dia siguiente me dirigí al ascensor para acceder a la planta de los desayunos. Entró conmigo una mujer de mediana edad, algo tensa. Me fijé que los paneles del ascensor eran de color caoba y que la moqueta tenia rayas oscuras. Miraba a todas partes menos a mi acompañante. El ascensor subió al piso ocho pero no paró. Mi compañera lanzó un grito al tiempo que chocábamos con el mecanismo de trasto. Yo también me asusté.

No era lo mejor que te puede pasar en ayunas.

El ascensor se quedó entre el techo del hotel y la planta ocho. La mujer, que llevaba una gran maleta, se puso a llorar. Me acerqué con cuidado, animándola con palabras de seguridad, pronto nos rescatarían, le susurraba para no alterarla más. Llamamos a urgencias y nos atendieron inmediatamente, pero ella temblaba, las manos le sudaban. Sus nervios le impedían dejar de hablar. Le dije que esperaríamos sentadas, que tranquila. Y la pobre lo intentaba, pero todo eran pensamientos negros sobre una negra caída. Nos sentamos en el suelo a esperar. Así me di cuenta que la moqueta era de rayas negras y granates y que estaba bastante limpia.

Enseguida llegó el técnico, que abrió las puertas y nos animó a saltar. La mujer se negó en redondo. Baje usted el ascensor hasta el piso. ¿Es que está usted loco? ¿quiere que me rompa una pierna? Le gritaba.

Hoy quiero subir sola con mi amigo. He viajado lejos para estar con él. Espero que no haya nadie en el rellano, que nadie de este hotel lo quiera utilizar. Quiero apretarme a su cuerpo, empujarle hacia el espejo  y pegarme a su boca deseando que nadie pulse ningún botón. Y es que a mi, los espacios cerrados, pequeños, me encantan. Ya ves.

2 respuestas a “El ascensor

Add yours

  1. Hola Hortensia, me ha gustado el giro inesperado que da el relato al final.

    Un saludo y buen fin de semana

    Masarisa

Deja un comentario

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑

Calle del Orco

Blog de Literatura. Grandes encuentros

Blog para escritores

Un blog para escritores con reseñas, consejos, noticias, libros, premios