Libro: «Cuatro por cuatro» de Sara Mesa

No conocía a esta joven escritora española y últimamente han caído en mis manos dos de sus libros, que me han sorprendido muy gratamente: “Cuatro por cuatro” y “Cicatriz”. Os cuento algo de ella, por si os interesa.

Sara Mesa nació en Madrid en 1976 y se trasladó con su familia a Sevilla, donde reside.

Sus inicios literarios se centraron en la poesía, que abandonó muy pronto (El jilguero agenda); Es más conocida por sus cuentos y novelas (No es fácil ser verde; La sobriedad del galápago; Mala letra; El trepanador de cerebros; Un incendio invisible; Cicatriz, ….)

No considera Mesa que ella sea la autora más incómoda en el tratamiento de sus historias en el panorama literario español. No reclama la exclusiva, pero no puede rechazarla. “Porque hay montones de autores, por lo menos de los que a mí me gustan, que sí incomodan. Yo, además, cuando escribo procuro siempre incomodarme a mí misma. “Soy bastante crítica y creo que entre las escritoras se están dando pasos atrás replegándose a los terrenos considerados tradicionalmente femeninos”. Sería el caso del sexo. Mesa considera que las mujeres no suelen escribir sobre ello explícitamente, algo que sí hacen los hombres con total desenvoltura. Ella misma, pese a que todas sus novelas tienen una fuerte carga sexual, se niega a mostrarla explícita. “Creo que ese tipo de cosas funcionan mucho mejor a base de ocultación”.

Sara Mesa relata en este libro las relaciones de poder, los secretos, la diferencia de clases y la opresión dentro de un internado. Se adentra en un espacio aislado, y bastante claustrofóbico. Con él se convirtió en finalista del último Premio Herralde de Novela. Desde entonces, público y crítica la han respaldado.

Transcripción de la entrevista que le hizo en 2013 la periodista  Marina Martínez, del periódico, el Sur, de Málaga.

-Reflexiona sobre las relaciones en un internado, pero ese microcosmos podría trasladarse a otros espacios. ¿En realidad también nosotros vivimos en un cuatro por cuatro?

-Claro. Es así como me gusta que se entienda la novela, que sin duda tiene un alto componente simbólico. Es un internado como podría tratarse de cualquier tipo de espacio cerrado que pretenda diferenciarse del resto mediante la imposición de muros.

-Da la sensación de que en el exterior está el peligro, pero el interior tampoco significa protección ¿no cree?

-Sí, esa es la otra idea central de la novela. Y desde ese punto de vista pienso que se trata de una historia sobre el mal, una semilla que puede anidar en todas las situaciones y que germina en determinadas circunstancias, como por ejemplo ante la falta de libertad.

-¿El aislamiento y la opresión pueden crear seres inhumanos?

-Sin duda. Y además puede llevar a convertir a las víctimas en verdugos de otras víctimas. Esto lo intento reflejar también en las relaciones que se establecen entre los diferentes estamentos del colegio.

-Cuesta decir ‘no’ más a menudo de lo que parece…

-Esa actitud pasiva e indolente aparece en muchos de los personajes de la novela, incluido el profesor sustituto que protagoniza la segunda parte. Me interesan tanto los personajes que encarnan los abusos de poder, como aquellos que optan por una aséptica actitud contemplativa.

-Además, la historia es una especie de prisma que ofrece muy diversos puntos de vista. ¿Ese es a menudo el problema? ¿Que no conocemos todas las aristas del prisma?

-Podría ser. Pero en este caso, la visión múltiple de una misma realidad es una opción narrativa que me interesaba no solo en relación con tema tratado, sino a la representación de la realidad misma. Me gusta colocar el foco en un lugar determinado y describir cómo se ven las cosas desde ahí, luego desde otro foco, etc. Cada personaje, en cierto modo, constituye un foco distinto, y el lector es quien debe sacar sus conclusiones.

-En este caso, la insinuación contribuye a esa atmósfera desasosegante. Y al mismo tiempo muy cinematográfica.

-Suelen decirme eso, que mi técnica es bastante cinematográfica, muy visual. Eso me gusta. Pero no olvidemos que también son técnicas literarias. La elipsis por ejemplo es central en mi libro. Entre las dos partes ha pasado un periodo de unos dos años, y ahí el lector tiene que reconstruir lo que se escamotea.

-Su objetivo era que la leyeran. Después del premio y las buenas críticas estará satisfecha. ¿Motiva o supone una responsabilidad?

-Ahora mismo, supone una motivación enorme para mí. Siempre permanecen las dudas, pero todo esto me da también mucha energía. En cuanto a la responsabilidad, creo que la he tenido siempre, sobre todo conmigo misma, también cuando he publicado en editoriales más modestas. Esa responsabilidad interna no debe perderse nunca y debe ser independiente de otros condicionantes externos. Aunque nadie te lea o la crítica no se interese por ti, hay que seguir adelante si de verdad estás contagiado por el virus este de escribir.

Críticas: Cuatro por cuatro 

«Una escritura desnuda y fría, repleta de imágenes poderosas que desasosiegan en la misma medida que magnetizan» (Marta Sanz, El Confidencial); «Una pesadilla entre cuatro paredes, hábilmente orquestada» (Ariane Singer, Le Monde des Livres); Cicatriz (Premio El Ojo Crítico de Narrativa y elegido entre los libros del año por El País, El Mundo, ABC, El Español y otros medios): «Una verdadera revelación»

(J. M. Guelbenzu, El País); «Sara Mesa levanta una literatura de alto voltaje trabajada con precisión de orfebre» (Rafael Chirbes); «Una novela incomparable, que trasciende la tradición española y se vuelve una novela europea, universal» (Adolfo García Ortega, Cultura Fnac); 

 

 

 

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